En estos ultimos meses, jaqueada por los actos violentos de jóvenes menores de edad, la sociedad civil en su conjunto, ha puesto el tema de la imputabilidad de los menores, arriba de la mesas. Y los políticos lo han tomado como propio, evidenciándose desde diferentes partidos, diferentes posturas. Queda bien claro que en las tres colectividades políticas más importantes de nuestro país, existen posiciones encontradas. Y esto se ha dado porque el tema es complejo y no admite otra cosa que una reflexión compleja, para no caer en peligrosos reduccionismos. Este tema tiene indudablemente, relación con la condición humana y con su conducta. Es un tema multidimensional y exige un abordaje de esta naturaleza. En nuestra condición de profesionales de la salud mental, como psicólogo y como pedagogo, pero especialmente como ex Presidente del Instituto Nacional del Menor (actual INAU), deseo hacer llegar a todos/as algunas reflexiones.
El camino pasa por recorrer un modelo diferente a este que ha equivocado el rumbo. Nosotros partimos de un concepto epistemológico de la condición humana que señala su multidimensionalidad dinámica, y que los límites del desarrollo humano están también relacionados con lo que piensan y sienten las personas. Nosotros creemos que los seres humanos para desarrollarse, deben crecer en determinadas condiciones. Concebimos la condición humana como el resultado de la interacción de factores biológicos (genéticos), sociales (culturales) y psicológicos (cognición humana), donde la familia se transforma en una instancia de ABSOLUTA IMPORTANCIA. El ser humano se diferencia de otras especies; es de las pocas que en el momento del nacimiento se encuentra en una situación de absoluta dependencia del cuidado de su familia. La familia es fundamental en el desarrollo de la persona y es inexorable que cumpla determinadas funciones, para promover el desarrollo del niño. Un enfoque epistemológico basado en la libertad.
El futuro de un ser humano comienza mucho antes de que él posea conciencia de su condición de persona. Comienza con la historia de la familia de sus padres, con el desarrollo de la personalidad de los mismos, con la estructuración del matrimonio, con la planificación familiar y con la ausencia o presencia, del deseo del embarazo. Continúa, dependiendo de las condiciones en las que la madre lleve adelante este proceso, en cómo se alimente, en cómo duerma, en cómo se cuide. Depende del cuidado que se haya tenido en el parto y en el puerperio, depende de la lactancia materna y de su alimentación, y de la alimentación de su mamá. Depende de la estimulación que se realice del niño, desde que es bebé. La familia es fundamental, porque cumple un rol protagónico, en los primeros dos años de vida, y un rol de promoción de otras instancias de desarrollo como son el jardín, la escuela, el liceo, el club, a partir de esos dos primeros años.
¿Puede concebirse el desarrollo normal en un niño que ha tenido carencias en estas dimensiones?. ¿Puede imaginarse hoy, en pleno siglo XXI que a un niño que no haya sido concebido, alimentado, cuidado y promovido con afectos, le espere un futuro venturoso?. Las respuestas no resisten la menor duda. El desarrollo de los niños está indisolublemente ligado al amor que por él tienen sus padres, y esto no tiene nada que ver con la condición económica.
Concebimos la condición Humana como un fenómeno complejo y esencialmente de características psicobiosociológicas, mucho más que otros modelos simplistas, que reducen la realidad a una serie de falacias indemostrables e impracticables. Y sobre la pobreza, a diferencia del materialismo histórico, que promueve la doctrina marxista, la concebimos como una respuesta; como el resultado de las limitaciones de las personas, como proveedores de bienes y servicios, que se compran en esta sociedad de consumo. La concebimos como un fenómeno cultural y no económico. Las personas son pobres no porque posean determinado nivel de ingresos; poseen determinado nivel de ingresos (pobreza estadística) porque son pobres en términos humanos y cognitivos. Porque carecen de las habilidades y las estrategias de sobrevivencia, que les permitan acceder a mejores situaciones de confort y bienestar. Y esto, lógicamente se transforma en un círculo vicioso; es decir cuando se está en determinadas condiciones de deprivación, se termina poseyendo mayores niveles de incapacidad frente a la vida. Los niños y adolescentes que cometen infracciones a la ley penal, son en su inmensa mayoría:1. hijos de madres adolescentes,
2. provenientes de familias de jefatura femenina, en ausencia de las figuras de autoridad (paterna) y en presencia de la figura de la madre biologica, que muchas veces cumple el doble rol de madre-hermana, porque en realidad sus hijos son criados por su madre, es decir por la abuela de los niños, por la razón de que por ser su madre una adolescente y estar en ausencia de una pareja, no puede cumplir tan complejo rol.
3. analfabetos, en función de que la mayoría no han completado siquiera los primeros tres años de escuela primaria.
4. provenientes de hogares desestructurados, donde predominan los modelos adictivos, la ausencia de valores, de hábitos de trabajos, donde pernoctan con familiares con antecedentes penales, donde han padecido situaciones de agresión, abuso sexual y violencia emocional y física.
5. consumidores y/o adictos a las drogas (especialmente el alcohol, el tabaco y la pasta base).
6. integrantes de familias pobres.
¿Puede alguien imaginar que, si a un joven que no tiene la capacidad para ejercer una conducta responsable a los 18 años, si le reducimos esa edad a 16, 14 o 12 años, es probable que tenga, en esa edad más temprana, esa capacidad?. Naturalmente que no. Y que lo único que se persigue con la reducción de la edad de imputabilidad, es retirar el mayor tiempo posible, a estos jóvenes de la sociedad, a la que jaquean con sus inconductas y con su violencia.
Nosotros estimamos que este no es el camino. De lo que se trata es de afectar las causas que determinan estos complejos fenómenos sociales y no de actuar sobre lo que en realidad, son las consecuencias, de otros problemas, también complejos. Por otra parte no condice la postura de rebajar la edad de imputabilidad, con la doctrina batllista, que siempre pregonó la defensa de los derechos humanos, de todos, también de los niños y adolescentes.
Reducir la edad de imputabilidad significa ir en contra de la CDN (Convencion de los Derechos del Niño), que nuestro país aprobó en el año 1990, y que señala, que la aplicación de medidas de privación de libertad para menores de edad, debe ser llevada adelante, solamente en situaciones excepcionales, no regulares y por el menor tiempo posible
¿Cómo revertir la situación?.
Si negamos la concepción determinista de la condición humana, que nos proponen los actuales gobernantes, es porque concebimos la condición humana, desde una perspectiva de reconocer su libertad. Que no es hacer lo que deseo, sino más bien, tener la capacidad de elegir. La propuesta metodológica en términos generales debe ser sustancialmente diferente a la manera en que hoy, se administran las políticas sociales.
Como dijimos anteriormente, el centro de la sociedad debe ser la familia. La sociedad se ha deteriorado, porque se ha afectado la institución familiar (y esto no solamente es económico). Deben priorizarse aquellas políticas que defiendan el rol de la familia y especialmente el ejercicio de la paternidad y la maternidad responsable. Y debe priorizarse una acción estatal con la promoción de un sistema de valores humanos, que se ha perdido.
La gran herramienta es la educación, no la represión. Más y mejor atención de las madres embarazadas, con mejor nutricion; más y mejores centros de educación incial (CAIF); más y mejores escuelas comunes y de tiempo completo. Más y mejores centros de enseñanza media y de tiempo completo, en las zonas de contexto crítico. Más y mejores centros de UTU, para que los niños aprendan a trabajar, y no a mendigar. Más y mejores universidades públicas y gratuitas, y privadas más accesibles.
El gran objetivo: La familia.
Si afirmamos que la familia es fundamental en el desarrollo de la sociedad, de la misma manera debemos decir que la mujer, es fundamental en el desarrollo de la familia. El gran objetivo debe ser generar políticas que fortalezcan el cumplimiento del rol de la mujer en la sociedad. Nuestros grandes objetivos deberían ser, a nuestro modesto entender:
Atender el rol de Familia.
Fortalecer la figura de la mujer.
Priorizar políticas preventivas a través del diseño y ejecución de un Plan Nacional de Educación Sexual y Planificación Familiar.
Plan de atención del fenómeno del Embarazo Adolescente.
Priorizar políticas de atención del embarazo (nutrición y control pediátrico obligatorio) y la primera infancia.
Coordinar políticas específicas de atención de grupos de excluídos (ancianidad, trastornos mentales, discapacidad, alternativas sexuales, etc.).
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Focalizar algunas acciones en relación al desarrollo de la personalidad y problemáticas sociales (atención de dificultades de aprendizaje, trastornos de la alimentación, adicciones, eliminación del trabajo infantil, accidentes de tránsito, reducción de la deserción escolar, inserción laboral del adolescente, atención de la orientación vocacional, etc.).
Coordinar por todos los medios, una Política nacional de Promoción del trabajo (más que del empleo), de todos las personas mayores de edad.
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Atención especializada de los niños y adolescentes que cometen infracciones a la ley penal, que tienda verdaderamente a la reeducación no al encierro, que favorezcan la integración, no la marginalidad de estos muchachos.
Para finalizar debemos señalar que reconcemos la dolorosa situación que viven muchísimas familias uruguayas, que han sido violentadas en su derecho a la seguridad, muchas veces por acciones cometidas por menores de edad, pero no debemos caer en el simplismo emotivo, de pensar que la solución pasa por reducir la edad, para ingresar a las cárceles. La solución pasa por atender las variables que determinan estas condiciones de profunda inseguridad, en las que los menores de edad son, sólo una parte del problema.
Martín Marzano Luissi.
Licenciado en Psicología.
Master en Ciencias de la Educación.